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Gurúes anticipan cuándo se tomará una decisión clave para las inversiones
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Se reducen las chances de un cercano recorte de tasas de interés por parte de la Fed
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El futuro no es lo que era. El mejor de los mundos -como el gobernador de la FED, Chris Waller, dixit el año pasado- chocó y se salió de escuadra. No se trata de un accidente puntual. La economía robusta de 2023 logró comprimir la inflación núcleo del segundo semestre dentro de la meta de 2%. Pero 2024 no es la continuidad que prometía. De enero a marzo, y sin excepción, la marcha de los precios volvió a operar en clara y sostenida posición offside. Su aceleración fue contundente: 4,4% (si se toma el deflactor núcleo del consumo personal). Nadie puede sorprenderse entonces si la FED decide un cambio profundo de planes. Hasta el momento, la política en ejecución no se toca. La última vez que el banco central elevó sus tasas fue en julio. Y en diciembre, pivoteó hacia una proyección de recorte de tasas que no llegó a realizarse. Con una inflación que se retoba, la poda quedó en suspenso hasta nuevo aviso. El discurso oficial es paciente y no se alteró en su visión fundamental. Asimila el salto imprevisto de la inflación a una rugosidad del camino que no cuestiona su tendencia declinante. Un sacudón como dijo Jay Powell. Pero la FED es data dependiente y si la data no se disciplina deberá tomar cartas más firmes en el asunto. Y si es así, cuanto antes, mejor. No es verdad, sin embargo, que EEUU haya migrado del mejor de los mundos al peor sin escalas como sugiere una lectura superficial del último informe de las cuentas nacionales. ¿Se recalentó la inflación a la par que abortó de golpe el auge de la economía real? Es cierto que se esperaba una expansión del PBI como mínimo un punto por encima del 1,6% registrado en el primer trimestre, pero la economía no enfrió un ápice su pujanza. La creación de empleo se aceleró. La demanda agregada mantuvo sus bríos intactos. Las ventas finales al sector privado interno, por caso, aumentaron 3,1%. Lo único que pisó el freno fue el gasto público federal que cayó 0,2%. El consumo privado creció 2,5% contrayendo la tasa de ahorro personal de 4% a 3,6%. Sí se advierte una moderación del gasto de consumo en bienes que se catapultó hacia niveles nunca vistos por la pandemia y que ahora converge a su antiguo patrón. ¿Se puede traer a colación de nuevo el fantasma de la estanflación? Se lo hizo a discreción, pero no se debe. Sencillamente no hay justificativos. El consumo de servicios explotó: +4%. La inversión fija, +5,9%. La inversión en vivienda, +13,9%. ¿Estancamiento? ¿Dónde? La demanda agregada vuela (como los precios). Y se abasteció echando mano a un salto de 7,2% de las importaciones y a un recorte de inventarios, más allá del crecimiento que aportó el producto bruto. Pero así deja la mesa servida para que la expansión se prolongue, quizás más allá también de lo que a la FED hoy le gustaría.
Inversores no dudan que la inflación será dominada tarde o temprano
Si la economía no se frena sola habrá que sosegarla. En la coyuntura, su problema no es el frío súbito sino el recalentamiento en simultáneo del empleo, la actividad y el gasto. Y, sobre todo, de los precios. Renglón que se mire cobró una velocidad en torno a 4%. La política monetaria es restrictiva, dice la FED. Pero en los hechos no restringe los excesos como hasta fines del año pasado. Las tasas de interés reales son positivas, aunque menos que lo que se pensaba. Con el diario del lunes, el pivote de la FED en diciembre se ocupó de echar leña al fuego creyendo, erróneamente o no, que la economía se debilitaba deprisa. Y ahora se comprueba que reavivó la hoguera en demasía y a destiempo. Los mercados, que siempre anticipan, rugieron primero que nadie con un rally potente. Su excursión alcista se desplegó de noviembre a marzo y arrasó con todos los récords de la Bolsa. Ellos ya desensillaron ni bien empezó abril. ¿Y qué anticipan? Una corrección que le ponga paños fríos a la excitación.
Todavía los mercados no cotizan que Powell y Cía también deban corregir y acrecentar el rigor de la política monetaria. En principio, no creen que se deba cambiar el guión alternativo que funcionó el año pasado cuando la FED pasó a cuarteles de invierno. Las tasas largas (y el dólar firme) pueden subir y encargarse por su cuenta de disipar las efervescencias. Los inversores no ponen en duda que, cueste lo que cueste, la inflación será dominada tarde o temprano. Y a juzgar por el rebote de esta semana -la mejor desde noviembre- no perdieron en ningún momento el sueño por la amenaza de un eventual estancamiento. El S&P 500 y el Russell 2000, los dos extremos de la pizarra, los blue chips y las small caps, treparon más de 2,5%. El Nasdaq, 4,3%. Wall Street piensa como la FED que la baja de tasas se postergará y no que deba suplantarse por un aumento. Pero, como siempre, la realidad tendrá la última palabra.
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