
Donald Trump vuelve a estar en el centro del escenario político y económico mundial. Su influencia, junto al rol de Scott Bessent —el financista señalado como su futuro arquitecto económico— y las condiciones que impone el Fondo Monetario Internacional, son piezas que pueden definir el rumbo de la economía global en los próximos años. En la Argentina, ese tablero internacional se sigue con atención: la deuda externa, el tipo de cambio, las tasas de interés internacionales y las negociaciones con el FMI marcan límites y condicionan las decisiones de cualquier gobierno.
Mientras tanto, el contraste es brutal. Se discute en los diarios sobre Trump, sobre Bessent, sobre el FMI, sobre la macroeconomía internacional. Pero la realidad de la Argentina se define en otro lado: en una pyme que no puede acceder a financiamiento, porque las tasas de interés rondan niveles imposibles, están por las nubes, lo que hace inviable tomar un crédito para producir. La realidad se ve en un comercio que ve caer su consumo, porque los salarios no alcanzan; en una empresa familiar que decide apagar las máquinas porque la energía, los impuestos y la incertidumbre hacen inviable seguir produciendo.
Las pymes son mucho más que un número en el PBI. Representan la cultura del trabajo. Representan la idea de que el esfuerzo y la producción son el camino para salir adelante. Son la cara más cercana de la economía real: el empresario que conoce a sus empleados por nombre, el vecino que genera empleo en su barrio, la empresa familiar que se sostiene con sacrificio.
El problema es que hoy esa cultura está en riesgo. El discurso público habla de equilibrios fiscales, de superávit, de deuda externa, de escenarios internacionales. Pero poco y nada se escucha sobre cómo se va a cuidar al sector que genera la mayor parte del empleo formal. Esa ausencia es, quizás, la más peligrosa de todas. Sin pymes no hay empleo; sin empleo no hay consumo; y sin consumo no hay economía que funcione, por más que las cuentas macro cierren.
El país necesita que las pymes dejen de ser las grandes olvidadas de la política y pasen a ser protagonistas. Necesita que se piense un plan concreto para que puedan producir más, contratar más, exportar más, innovar más.
Trump, Bessent y el FMI marcarán la agenda internacional, sí. Pero para la Argentina la verdadera pregunta es otra: ¿qué lugar le vamos a dar a nuestras pymes en el proyecto de país? Si seguimos discutiendo solo el mundo de las grandes finanzas y olvidamos la economía real, corremos el riesgo de perder no solo empresas, sino también el tejido social que sostiene a millones de familias.
Las pymes son el corazón de la Argentina. Y cuando el corazón no recibe oxígeno, todo el cuerpo empieza a fallar.
Fuente: Ambito.com