Volver a las raíces de la mano de la minería

Cecilia Gallardo es ayudante de Operaciones en el campamento Pampa del Indio del proyecto El Pachón. “Me ocupo del control de tránsito y el manejo de stock. Veo muchísima gente y voy conociendo sus realidades. Esta es un poco mi casa, mi lugar”, afirma con cariño sobre su presente. Respecto al futuro, admite que le interesa crecer en la industria y seguir capacitándose.

Gallardo y otra mujer de Calingasta fueron contratadas recientemente por Glencore Pachón, luego de haber recibido una capacitación que brindó la compañía para aprendices de perforistas. Ella es una de las dos jóvenes que se incorporaron al área de Operaciones para cubrir dos turnos. “Tuvimos la oportunidad de estar 10 días en campamento visitando plataformas”, señala. Todo esto fue posterior a que culminara el curso teórico de la Cámara de Empresas Perforistas (CAPERFO), el cual se extendió un año y medio. Había solo 60 vacantes y 4.000 inscriptos. Ella se anotó y un mes después recibió la noticia de que había sido elegida.

Durante la capacitación refrescó contenidos de física y química, ya que Gallardo había estudiado hasta cuarto año de la carrera de Biología, en la Universidad Nacional de San Juan (INSJ), adonde llegó desde Barreal. Pero dejó la carrera para irse a vivir a Córdoba con su hermana. Allí trabajó para la universidad y también con adultos mayores, ya que estudió profesorado de Educación Física.

En 2020, a propósito de la pandemia, volvió a Villa Calingasta y administró un hotel, tarea que también la enriqueció con muchos aprendizajes. “Todo el recorrido que hice en mi vida me trajo hasta acá”, afirma, donde se encuentran sus raíces, su familia, la cordillera. “Me gusta muchísimo estar de regreso y tenerla enfrente. Mi hija nació en Córdoba, pero tiene un enamoramiento muy grande con este lugar. Además, está más en contacto con los abuelos; está feliz”, asegura con satisfacción.

Al terminar las prácticas Glencore Pachón ofreció una capacitación para la elaboración de CV, entre otros saberes útiles, a fin de insertarse y crecer en el sector.

Inquieta y un poco nómada -como ella misma se define- Gallardo tiene contacto con la minería desde pequeña, ya que sus padres eran docentes de la escuela técnica y preparaban a sus alumnos para que pudieran desarrollarse en el sector minero. Sus tías y primos, entre otros familiares, también encontraron en esta industria su fuente de trabajo; incluso sus hermanos son técnicos mineros, más allá de que su hermana también es veterinaria y se dedica a esa profesión.

A pesar de la tradición familiar, Gallardo nunca se había imaginado que ella también formaría parte de este universo metalífero. “No me animé, pero hoy tengo la valentía de ocupar espacios que también empiezan a estar disponibles para nosotras”, reflexiona sobre la posibilidad de las mujeres de desempeñarse en áreas que todavía, aunque cada vez menos, son consideradas para hombres.

“Las mujeres aportamos puntos de vista diferentes que antes no estaban. Mi mirada como madre y docente, mi experiencia habiendo trabajado con discapacidad y con adultos mayores, suma. Hay que animarse a ocupar estos espacios”, resalta.

Finalmente, Gallardo hace foco en dos momentos en su vida que la marcaron. Uno fue cuando con 14 años visitó la mina Bajo de la Alumbrera junto a sus padres que viajaron con sus alumnos. “Allí conocí una verdadera mina y todas las etapas. Me acuerdo la sensación de entender, desde mis posibilidades, cómo se trabajaba. Me daba mucha curiosidad y mis padres me explicaban sobre las rocas, los minerales”, señala.

El otro momento significativo que destaca es que tiempo atrás encontró “cierto rechazo de una parte de la comunidad a que se instalaran empresas mineras y existió un debate social. Mis padres lucharon mucho explicándole a la gente que la minería genera una movilidad social ascendente. Calingasta era el departamento más pobre de la provincia cuando yo iba a la escuela primaria, mientras que cuando estaba terminando la secundaria ya era otra cosa. Fue muy importante el crecimiento de muchas localidades gracias a la minería. Pero a la comunidad le falta más información; hay que educar más sobre los beneficios que la industria genera. Yo apuesto a que siga creciendo y que los jóvenes de nuestro departamento Calingasta puedan irse a estudiar a la universidad y volver volcando todos sus conocimientos en ingeniería, geología, higiene y seguridad en estas empresas; que puedan ir a trabajar al sur o a otros países y volver porque volver es algo que valoramos cuando somos padres. La tierra tira”, concluye orgullosa.

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